La ciudad nació como de la Santísima Trinidad, gracias a la
obstinación de un esforzado capitán español que concretó la
desafortunada obstinación de otro español, más noble pero menos fuerte.
Nació española, con traza regida por las Leyes de Indias y llena de
recuerdos del horrible fracaso de Pedro de Mendoza y de esperanzas
basadas en el "abrir puertas a la tierra".
Su
geneología se remonta a las ciudades de conquista con que los cristianos
consolidaban el terreno conquistado a los moros. A sus vez, estas
ciudades guardaban en su traza el recuerdo de las ciudades (o de los
campamentos militares) romanas y la racionalidad ortogonal de Hipodamos
inauguró en Mileto. El fuerte carácter de las ciudades españolas se
diluyó en esta aldea de adobe y paja, sin piedra ni ladrillos.
La
ciudad que vieron los ingleses, primero como conquistadores, luego como
efímeros gobernantes y al fín como derrotados invasores, aún era una
aldea, aunque ya el ladrillo y la teja eran materiales predominantes.
Sus casas se levantaban a fil ode vereda, encajonado en sus perspectivas
a las calles. Una Plaza Myor, un Cabildo, un Fuerte, y muchas iglesias.
Lo que queda (previo renacimiento) del Cabildo, el interior de la
Catedral, las iglesias del Pilar, de San Francisco, de Santo Domingo, de
San Ignacio y de la Merced, recuerdan a esa ciudad hispánica (o
hispanocriolla) cuya arquitectura fue italiana de clara filiación
manierista. También la recuerdan, a su manera, edificios del siglo XX
que celebran lo español: la casa de Ricardo Rojas (Arq. Angel Guido), el
Museo Isacc Fernández Blanco (Arq. Martín Noel), la casa de Rodríguez
Larreta en Belgrano y el nuevo Centro Cultural de la ciudad (Arqtos.
Bedel, Benedit,Testa).
Salvo su trama, esta ciudad
colonial es invisitable. Llore el porteño que añora la Colonia, casi
nada de ella queda en nuestro entorno ciudadano.
Fuente: Rafael E. J. Iglesia | Mario Sabugo. La ciudad y sus sitios: artículos publicados en Diario Clarín entre 1981-1985-1a ed. Buenos Aires: Nobuko, 2006.21p.
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