Los criollos que se congregaron en la Plaza del Cabildo el 25 de mayo de
1810 estaban animados por vientos que soplaban fuerte desde Europa (digamos
Francia). Ya dueños del poder, intentaron que su ciudad reflejara la gloria de
París. Rivadavia dio una fuerte pincelada a este retrato al ponerle la fachada
neoclásica a la catedral colonial. Hubo más edificios neoclásicos; La catedral
anglicana, la anterior iglesia de Flores. Desde entonces Buenos Aires siguió
los consejos de Winckelmann y se vistió "a la griega", las columnatas
no fueron desusadas: desde la iglesia de Belgrano hasta la Facultad de
Ingenieria (en su orígen Fundación Eva Perón). No tuvo otros modelos V. F.
López al cantar:
"calle Esparta su virtud,
su grandeza calle Roma.
¡Silencio! que al orbe asoma
la gran capital del Sud".
Sin embargo, aunque conservó la costumbre de vestirse con órdenes
griegos y aunque desasosegados poetas la comparan con Atenas y Cartago, Buenos
Aires no es una ciudad clásica. En su momento, el país negó a la ciudad
europea, Rosas, el gaucho, no prefería las metrópolis. Ningún modelo
prestigioso estuvo detrás de San Benito de Palermo. La ciudad fue nuevamente
criolla con un dejo italiano que se colaba en la arquitectura como un presagio
de las futuras inmigraciones. Para este Buenos Aires "federal" no hay
visita posible.
Fuente: Rafael E. J. Iglesia | Mario Sabugo. La ciudad y sus sitios:
artículos publicados en Diario Clarín entre 1981-1985-1a ed. Buenos Aires:
Nobuko, 2006.22p.
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